viernes, 22 de febrero de 2013

No se puede educar con impunidad

La Suprema Corte de Justicia dictaminó en el día de hoy la inconstitucionalidad de la  Ley Interpretativa de la Ley de Caducidad, con lo cual se pone un escollo que podría ser insalvable para la continuidad de los juicios en causas por violaciones a los derechos humanos cometidos en dictadura.

En definitiva, se trata de una forma de volver a poner sobre la mesa la impunidad de quienes cometieron delitos de lesa humanidad. Mientras tanto, buena parte de los actores sociales y políticos que celebran la decisión de la SCJ llevan adelante una campaña para lograr instalar como Ley el descenso de la edad de responsabilidad penal de los dieciocho a los dieciséis años. Ambos elementos no pueden sino ser vistos como parte de un mismo movimiento de expansión de un sentido común conservador en la sociedad uruguaya. Asegurar impunidad a quienes ejercieron el terrorismo de Estado contra tantos y tantos uruguayos, por un lado, y por el otro arremeter con fuerza contra quienes se ubican en conflicto con la ley desde los márgenes de la sociedad. Se trata de la entronización de una injusticia. 

Es importante comprender que este sentido común conservador se expande desarrollando una acción educativa sobre toda la sociedad uruguaya: estamos enseñando a las nuevas generaciones que es lícito golpear al otro si se lo hace desde una situación de poder y que, al mismo momento, es también admisible aplicar la violencia contra quienes no tienen ningún poder que los sostenga. Mientras en relación a unos se buscan los vericuetos legales para que no sean responsabilizados por sus actos, a los otros se los presenta como sujetos maduros que deben ser responsabilizados como adultos, pese a no tener dieciocho años.

No hace falta avanzar mucho más en el razonamiento para darnos cuenta que el mensaje que estamos dando a las nuevas generaciones es terriblemente contradictorio. De la peor de las contradicciones, la que se genera por obsecuencia frente a quien detenta algún poder.

A todo esto, claramente surge una interrogante: ¿es posible sostener un proyecto educativo sobre la base de la impunidad? O si ustedes prefieren: ¿es posible educar mientras haya impunidad?

Educar es antes que nada, y en pocas palabras, una de las formas de convocar a la Justicia. Esta convocatoria tiene que ver con que en todo acto educativo bien desarrollado se pone en juego el derecho de un otro a acceder a una porción del legado humano que le corresponde por derecho. Así de concreto, educar es hacer justicia. Es dar a cada uno lo que lo corresponde, sin atenuantes.

El compromiso que un día como hoy suscita en todo educador consciente de su responsabilidad  es el de seguir obstinadamente luchando, cada día, por hacer realidad esa convocatoria a lo justo en el trabajo con los educandos con lo que toca actuar.

Tarea difícil si las hay la de educar. A partir de hoy será un poco más difícil, ya que la injusticia acecha. De todos modos, seguiremos obstinadamente adelante, como buenos pedagogos. También seguiremos reclamando verdad y justicia, única forma en que auténticamente será posible educar.

4 comentarios:

  1. Qué importante, Pablo! Me gustó mucho.

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  2. Además de ser una persona a la que admiro, tus palabras certeras me emociona y me llenan de impotencia tanta verdad junta. Pareciera que no hay lugar para agregar algo...pero sumo las palabras de Adorno "...lo monstruoso no ha penetrado lo bastante en los hombres, síntoma de que la posibilidad de repetición persiste...". Me empeñare siempre en hacer visible ese y esos moutros, que muchos quieren hacer desaparecer!
    Paola C

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  3. Excelente artículo, Pablo.
    No lo veo como generador de impotencia, sino como llamado a la responsabilidad educativa con respecto a la justicia.
    Por supuesto, la educación no lo puede todo. Pero también puede.
    Abrazos
    Mauricio

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  4. Muy bueno Pablo, espero próximas publicaciones mientras difundo este breve y contundente artículo.

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